Historia
Amelia (nombre ficticio) llevaba con su marido y su hijo de 10 años una vida modesta pero sin estrecheces, gracias a las horas y horas que el matrimonio dedicaba a trabajar en la mercería de su propiedad, alrededor de la cual giraba el día a día de toda la familia. Trabajaban duro para vivir mientras continuaban amortizando la deuda de su negocio, como tantos miles de españoles.
Pero en 2020 se vieron obligados a cerrar su mercería. Primero, a causa del confinamiento; después, por el miedo que invadió a sus clientes, un sentimiento que por aquel entonces compartíamos muchos ciudadanos por el temor a un contagio.
Su condición de autónomos no les proporcionaba mucha ayuda y aún debían parte del negocio, así que se vieron con una mano delante y otra detrás en cuestión de meses. Tuvieron que recurrir a los servicios sociales y a la familia para que les ayudaran a pagar facturas y, en alguna ocasión, los alimentos, algo que para ellos fue durísimo.
Amelia y su marido resistieron a duras penas con los subsidios que recibían: 200 euros ella y 450 él. Pero esas ayudas también iban llegando a su fin. Afortunadamente, antes de que eso ocurriera, el caso de esta familia llegó a Corazón y Manos, desde donde ayudamos a Amelia a encontrar un trabajo eventual en servicios de limpieza hospitalaria.
Gracias a su desempeño y actitud, en pocos meses nuestra compañera logró la estabilidad laboral en ese mismo puesto de trabajo, lo que le supuso un alivio a la situación que arrastraba y un nuevo punto de partida para recomponer su economía familiar.
¡Gracias a todos los implicados en resolver este caso!